Jardìn de flores curiosas
en que se tratan algunas materias de humanidad

 

TRATADO PRIMERO

En el cual se contienen muchas cosas dignas de admiración que la naturaleza ha hecho y hace en los hombres, fuera de la orden común y natural con que suele obrar en ellos, con otras curiosidades gustosas y apacibles.
Interlocutores: ANTONIO, LUIS, BERNARDO

 

 

[...]
BERNARDO
No estaba confuso en esta materia de los Centauros, y he holgado mucho de haberla entendido; pero también quiero que el señor Antonio nos diga lo que siente de los hombres marinos porque dicen muchos que los hay, y tan al propio y natural, que no les falta más de la razón para poderse tener por hombres, como lo son todos los otros.

ANTONIO
Es verdad que autores muy verdaderos dicen y afirman que hay en la mar cierto género de pescado que llaman Tritones, semejantes en todo a un cuerpo humano, y a las hembras llaman también por este nombre, Nereidas; y Pero Mejía hace en su Silva un capítulo particular de ellos, alegando a Plinio que dice que de la ciudad de Lisboa hicieron saber a Tiberio César cómo habían visto un hombre de estos metido en una cueva, tañendo con una concha, y olvidóse de decir otra cosa maravillosa, que el mismo Plinio cuenta por estas palabras:
«Autores y testigos tengo, que resplandecen en la Orden de caballería, que en el Mar Océano, cerca de Cádiz, caminando la nao en que iba una noche muy obscura, les entró en ella un hombre marino, que en todo tenía semejanza de hombre humano: era tan grande y pesaba tanto, que trastornaba la nao hacia la parte donde estaba, y si mucho se detuviera, la trastornara y llevara a lo fondo.»

También Teodor Gaza, referido por Alejandro de Alejandro, dice de un monstruo marino, que por ser cosa tan notable, aunque así mismo lo refiera Pero Mejía, no dejaré de contároslo, y es que en Epiro estaba una fuente en un alto cerca de la mar, y que debajo de ella había una cueva, en la cual se metía un hombre marino, y estando escondido, esperaba las mujeres que iban por agua, y cuando veía alguna ir sola, salía muy paso y escondido, y por detrás se abrazaba con ella, y llevándola por fuerza, la metía en la mar para tener acceso con ella, y que así llevó algunas; hasta que los de la tierra, entendida la burla, le pusieron ciertos lazos en que cayó, y preso le tuvieron algunos días, sin querer cosa ninguna, y así, por esto como por estar fuera de su natural, que era el agua, murió. Y sin esto, dice el mismo Alejandro de otro monstruo marino, el cual le certificó un Diaconeto Bonifacio Napolitano, hombre de muy grande autoridad, haber visto en España, que le trajeron de la provincia Mauritania, que tenía el gesto como hombre algo viejo, la barba y el cabello crespo y respeluzado, el color casi azul, todos los miembros eran de hombre, aunque era de muy mayor estatura; solamente se diferenciaba en tener unas pequeñas alas, con que parecía hender el agua cuando nadaba.

LUIS
Cosas habéis dicho de estos monstruos, que parecen argüir haber en ellos algún instinto a manera de razón, pues que el uno entraba de noche en la nao para hacer el daño, y el otro, con tanta cautela, hurtaba las mujeres descuidadas.

ANTONIO
Aparencias son, aunque no concluyen; porque, así como vemos que acá hay algunos animales de mayor instinto natural y que están más propincuos a la razón y a contrahacer a los hombres, como son los simios, también en la mar habrá pescados que en esto se diferenciarán de los otros: porque en los delfines tenemos experiencia, por las muchas cosas que de ellos se cuentan; así, que éstos no dejan de ser propiamente pescados, pero con mayor aviso y cautela que los otros para hacer el daño que pudieren y para evitar y huir su peligro, porque naturaleza les da a todos una inclinación natural y general, de que comúnmente se aprovechan. La materia de estos Tritones o hombres marinos trata muy copiosamente Olao Magno, el cual dice que hay mucha abundancia de ellos en el mar Septentrional y que es verdad que se suelen meter en los navíos pequeños, de los cuales trastornan algunos con su gran peso; y que, asimismo, se suben en los navíos grandes, y, a lo que parece, no para hacer daño, sino que están mirando lo que va dentro de ellos; y que, comúnmente, andan en manadas o en cuadrillas muy grandes, a manera de ejército, y que ha acaecido entrar algunos de ellos en las naos, y estar tan embebecidos y descuidados mirando que, algunas veces, los han prendido; los cuales, en viéndose presos, dan unos gemidos dolorosos y grandes y unas voces mal formadas, y, a la hora, se oyen una infinidad de otros gritos y voces de la misma manera, que atruenan y ensordecen los oídos que los están escuchando, pareciendo encima del agua tantas cabezas de Tritones como si fuesen algún grande ejército de muchas gentes, y así, con esto, como con el gran ruido que hacen, comienzan a levantarse las ondas, como si viniese alguna muy grande tempestad, lo cual es señal que estos Tritones u hombres marinos andan siempre juntos, sino es cuando algunos se desmandan; y cuando sienten que alguno de su compañía es tomado o preso, hacen aquella muestra, de manera que ponen temor a los marineros, de que se atreverán a subir y entrar muchos en la nao y los pondrán a todos en algún notable peligro, y, por esta causa, los tornan a soltar, y con esto, cesa el miedo, porque también cesan las voces y el ruido, y todos se tornan a esconderse debajo del agua. Y no deja de tener alguna razón el señor Luis en lo que ha dicho, porque cierto ponen sospecha, no de que sean animales racionales, sino de que tengan algún uso de razón más que los otros pescados, porque, a lo que se ha entendido de ellos, más se ha de juzgar que toman atrevimiento de entrar en los navíos para ver qué hay en ellos y mirar a los hombres que son de su hechura, que no con intención de hacer daño, pues esto nunca se ha visto; que si trastornan algún navío pequeño, como son barcas o bajeles, es porque son los Tritones tan grandes y pesan tanto, que, puestos en los bordes, no pueden sustentarlos; pero estos secretos dejémoslos a Dios, que sabe la verdad, que nosotros juzgamos por conjeturas.

BERNARDO
No quiero que pasemos adelante sin que sepáis una común opinión que se tiene en el reino de Galicia, y es que allí hay un linaje de hombres que llaman los Mariños, los cuales se dice y afirma por cosa muy cierta, y ellos no lo niegan, que descienden de uno de estos Tritones o pescados que decimos, antes se precian de ello, y aunque se cuenta de diversas maneras como cosa muy antigua, todas vienen a concluir en que, andando una mujer ribera de la mar, entre una espesura de árboles, salió un hombre marino en tierra, y tomándola por fuerza, tuvo sus ayuntamientos libidinosos con ella, de los cuales quedó preñada, y este hombre o pescado se volvió a la mar y tornaba muchas veces al mismo lugar a buscar a esta mujer; pero sintiendo que le ponían asechanzas para prenderle, desapareció. Cuando la mujer vino a parir, aunque la criatura era racional, no dejó de traer en sí señales por donde se entendió ser verdad lo que decía que con el Tritón le había sucedido. Este negocio es tan antiguo, que no me maravillo de que haya en la manera del contarlo diversas opiniones, pues ningún autor lo dice, ni hay de ello otro testimonio para que pueda creerse, sino la fama pública y común que lo ha dicho y publicado.

LUIS
Una cosa me parece a mí que hay de por medio para tenerlo por fábula antes que para darle crédito, y es que ya que la naturaleza diera lugar a que de un ayuntamiento como ése se engendrara alguna cosa, que fuera algún monstruo, y no hombre racional, como decís que lo fue, y que de él han procedido todos los de su linaje, porque de ello se seguirían dos inconvenientes no pequeños. El uno es que habría hombres en el mundo que no descenderían de nuestros primeros padres Adán y Eva, pues este Tritón no es ni se puede tener por hombre racional ni descendiente de Adán, y así, tampoco su hijo y descendientes de él se pueden tener por tales; y el otro inconveniente sería contradecir a la regla general de filósofos y médicos, los cuales indubitablemente afirman que es imposible de la simiente de varón y de un animal irracional que sea hembra, poderse engendrar otro animal que sea de la especie de uno de ellos, ni aun de otra diferente, puesto caso que lo contrario acaezca en la yegua con asno, y en el caballo con una bestia, y en el perro con una loba, y en la perra con un raposo. Porque con ser estos animales tan poco diferentes unos de otros, hace que la contradicción no sea tan grande como lo es cuando difieren en tantas cosas. como difiere un hombre de los otros animales. Y si en la semejanza y en las facciones tienen un mismo parecer el hombre marino y el hombre racional, basta que se diferencien en sola la razón, que es lo que más puede diferenciarlos; y así, Galeno, en el libro tercero De Usu pantium, va burlando de un poeta que se llama Píndaro, porque contaba por cosa verdadera la fábula de los Centauros.

BERNARDO
Todo lo que habéis dicho me parece que va bien fundado, pero yo siempre he oído que basta solamente la simiente del varón para engendrar, y que no es necesario que concurra también la de la mujer, y así lo siente Aristóteles.

LUIS
De esa manera sería mayor la contradicción, porque si la simiente de la hembra no concurriese en la generación, se seguiría que siempre lo que se engendrase había de salir conforme al padre, y no a la madre; pero lo contrario está ya averiguado, que juntamente concurren la simiente del macho y de la hembra, y que si así no fuese, la generación no vendría en efecto, y esto es lo que tiene Hipócrates en el libro De Genitura, y en el De Sterilibus, y Galeno en el libro catorce De usu partium.

ANTONIO
Muy bien me parece que se ha altercado en esta materia; pero también yo quiero responder a los inconvenientes que el señor Luis ha puesto: y cuanto al primero no se sigue que porque una mujer concibiese de un animal irracional y pariese un hijo que fuese hombre, que éste no sería descendiente de Adán, porque basta que lo sea por parte de la madre, sin que forzosamente lo sea también por parte del padre. Y en el segundo inconveniente, yo confieso que si habemos de guiarnos por la orden común de naturaleza, que los filósofos y médicos que sustentan ser imposible que [de] dos animales de diferentes especies no puede suceder generación, que tienen muy gran razón, si no es en aquellos que, como ya se dijo, por la similitud parece que son casi de una especie; pero nosotros no habemos de tomar ni restringir a la naturaleza, como ellos lo hacen, sin tener respeto a la causa superior, que es Dios, por quien ella es guiada y a quien obedece, y por cuya voluntad se rige; y pues que mayor milagro es de nonada criar y hacer muchas cosas, como vemos que cada día lo hace, no habemos de maravillarnos tanto, a lo menos, no es justo que tengamos que tan imposible como los filósofos, que de un hombre marino y de una mujer racional se concibiese un hijo que en la razón siguiese la parte de la madre, cuya simiente concurrió en engendrarlo también como la del padre, y así han acaecido y acaecen muchas veces muchas cosas notables en el mundo; de las cuales es una la que ahora quiero contaros, y cierto no osara decirla, por ser de tan grande admiración, si no tuviera tantos autores y de tan grande autoridad que la escriben y dan testimonio de ella. El primero es Juan Saxo, en su Historia; y el segundo, Juan Magno, Arzobispo Upsalense en el reino de Suecia; y últimamente lo escribe y afirma el Arzobispo Olao Magno, su sucesor: y es, que en un pueblo del reino de Suecia, que está edificado cerca de una montaña, vivía un hombre rico y principal que tenía una hija hermosa, la cual una tarde se salió con otras doncellas a pasear por el campo; y andando todas juntas, haciendo fiestas y regocijos, salió acaso de una espesura grande de aquella montaña un oso de demasiada grandeza, muy bravo y temeroso, el cual, viniendo derecho a donde estas doncellas estaban, todas con el temor comenzaron a huir cada una por su parte, procurando valerse, y el oso acertó a tomar esta doncella más principal, y llevándola en sus brazos, se tornó a meter por la espesura de la montaña, sin hallar resistencia ninguna, por estar solas y no haber hombres que le siguiesen; y aunque su principal intento, según se puede creer, hubiese sido hartar la rabiosa hambre que traía, fue Dios servido de no permitir la muerte de esta doncella, y así el oso, movido por un instinto de naturaleza, bien diferente del que se puede hallar en otros animales de su ralea, no solamente la dejó de matar, pero llevándola a una cueva que tenía en un valle muy hondo, entre una grandísima espesura, toda su crueldad se le volvió en amor entrañable, y comenzó a halagarla, poniéndole sus brazos mansamente, y a tratarla de manera que la doncella conoció la intención que tenían, y perdió alguna parte del miedo con que estaba, y no atreviéndose a resistir la ferocidad del oso, con temor de perder la vida, y vino a consentir, aunque no por su voluntad, que tuviese sus ayuntamientos libidinosos con ella. El oso salía de la cueva y cazaba venados y otros animales, los cuales traía a la doncella, que con el hambre comía de ello, y bebía del agua de un arroyo que delante de la cueva, entre la espesura de los árboles, pasaba, sustentando la vida, y esperando que Dios se dolería de ella y la libraría del trabajo en que estaba; y aunque algunas ve ces se determinaba de huir en tanto que el oso estaba fuera de la cueva, nunca se atrevió a hacerlo con temor de que no se podría esconder sin ser hallada de él y muerta, y también temía los otros animales bravos, de los cuales en aquella montaña había muchos; y pasando en esta vida algunos meses, sucedió que unos cazadores entraron en la montaña con sus redes y armandijas y perros, y cayendo en las armadas este oso, fue muerto; y como la doncella sintiese las voces de los que lo habían hecho, y que estaban tan cerca de la cueva, fuese para ellos, los cuales, muy espantados de verla, supieron quién era, y todo lo que más había pasado, y trayéndola consigo, la entregaron a sus padres, que apenas la conocían viendo cual desfigurada venía; y la naturaleza, que muchas veces obra cosas muy maravillosas y fuera del concierto y orden natural, de tal manera juntó la simiente de esta fiera y con tales ligaduras en el cuerpo de esta doncella, que sintiéndose preñada, y esperándose que había de parir algún notable monstruo, parió un hijo, que ninguna cosa sacó de su padre más de ser un poco más velloso en todo el cuerpo que ninguno de los otros hombres; y criándose con diligencia y cuidado, le pusieron su mismo nombre, o por ventura las gentes sabiendo esta maravilla se lo pondrían; y después que fue hombre, salió tan esforzado y valeroso de su persona, que de todos era temido, y teniendo noticia de los cazadores que habían muerto al que lo había engendrado, les quitó la vida, diciendo que aunque él hubiese recibido buena obra, no había de dejar de cumplir con la obligación de vengar la muerte de su padre. Éste engendró a Trujillo Spráchaleg, que fue capitán valeroso, y tuvo por hijo a Ulsón, persona muy señalada y de quien las crónicas de aquellas provincias hacen muy grande mención, porque fue padre de Sueno, que vino a ser Rey de Dacia, y así, dicen que todos los Reyes de Dacia y Suecia proceden de este linaje.

LUIS
Por cierto, la historia parece ser fabulosa para que autores tan graves la afirmen por verdadera; pero bien podemos creerla, pues que en nuestros tiempos tenemos noticia de que sucedió otra cosa no menos monstruosa y digna de que nos admiremos de ella que la que habéis contado, la cual sucedió en el reino de Portugal, y aun ahora habrá muchos que se hallarían presentes y tendrán memoria de ella, y fue de esta manera, según de muchas personas dignas de fe lo tengo entendido por relación muy verdadera. Una mujer cometió un delito muy grave, por el cual fue condenada en destierro para una isla deshabitada de las que comúnmente llaman las Islas de los lagartos, y llevándola en una nao de las que partían para la India, de camino, la dejaron en ella junto a la ribera, y cerca de donde parecía un monte grande y espeso, que tomaba gran cantidad de tierra. La pobre mujer, como se vio sola y desamparada y sin esperanza de poder sustentar la vida, comenzó a dar grandísimas voces, encomendándose a Dios y a Nuestra Señora, que en aquella soledad y necesidad la favoreciesen, y estando en estas lamentaciones, salieron muy gran cantidad de simios de la espesura de aquel monte, los cuales la cercaron alderredor, no sin ponerle pequeño temor y espanto. Venía entre éstos simios uno mayor que todos, y tanto, que, puesto en los pies y enderezando el cuerpo, era tan grande como un hombre; éste, viendo llorar la mujer, y que con el gran miedo que tenía estaba esperando la muerte, la cual tenía por muy cierta, se fue para ella y le comenzó a hacer caricias y halagos, y a darle frutas silvestres y raíces, de manera que la puso en esperanza de que los simios no le harían daño alguno, y así, se fue con ellos hasta el monte, donde el simio mayor la metió en una cueva, y allí acudían todos los otros, proveyéndola de los mantenimientos que ellos usaban y tenían, de manera que ella podía bien entretenerse con ellos y con el agua de una fuente que allí muy cerca estaba; y así pasó algún tiempo, en el cual el simio vino a aprovecharse de ella, teniendo sus ayuntamientos sin que ella fuese parte para estorbárselo, porque temía de ser luego muerta, y de esta manera se hizo preñada y parió en dos veces dos hijos, los cuales, según ella decía y afirmaba, y aun según lo que después se entendió de los que los vieron, hablaban y tenían uso de razón. Y siendo estos muchachos el uno de dos años y el otro de tres, acaeció a pasar por allí otra nao que volvía de la India, y los marineros, que llevaban falta de agua y tenían noticia de aquella fuente que en la isla estaba, determinaron de salir en tierra a proveerse de ella, y así, echando al agua un esquife, salieron en la isla; los simios, como los vieron, escondiéronse, pero la mujer, esforzándose y determinando de dejar aquella vida que tanto tiempo tan contra de su voluntad había tenido, fuese dando voces para los marineros, los cuales, reconociendo ser mujer, la esperaron y la llevaron consigo y la metieron en la nao. Los simios salieron todos a la ribera, siendo tan grande la multitud de ellos como de un ejército, y el mayor, con el amor y afición bestial que con la mujer tenía, se metió tras ella por el agua, tanto, que corrió muy gran peligro de ahogarse, y las voces y aullidos que daba y los chirriados bien daban a entender que sentía la burla que se le había hecho; y viendo que no le aprovechaba, y que los de la nao alzaban velas y se querían partir, tomando en los brazos el menor de los hijos, y metiéndose por el agua todo lo que pudo, lo tuvo en alto un gran rato, y después lo arrojó en la mar, donde a la hora fue ahogado; y volviendo por el otro, se tornó a entrar al mismo lugar, y estaba con él teniéndolo en alto y como amenazando que también lo ahogaría. Los marineros, movidos por el gran sentimiento de la madre y de lástima de oír llorar el muchacho, que con voces claras llamaba por ella, quisieron volver a tomarle; pero el simio, con el temor que de ellos tenía, no osó esperarlos; antes, soltando también el muchacho en medio de las olas, se fue huyendo con todos los otros simios, y por mucha diligencia que los marineros pusieron en salvarlo, se ahogó antes que ellos llegasen; y vueltos a la nao, supieron de la mujer todo lo que pasaba, de que no fueron poco maravillados, y con esto se partieron, y llegando a Portugal, dieron noticia de lo que habían visto y entendido de este caso. La mujer fue luego presa, y, habiéndole tomado su dicho, y confesado, la condenaron a que, atentó que habría quebrado el destierro, y que, juntamente había cometido un delito tan enorme como era el del simio, fue [se] quemada por ello. Pero Hierónimo Capo de Ferro, que era en aquel tiempo Nuncio apostólico en aquel reino y después fue Cardenal, viendo que lo que había hecho fuera por conservar la vida, y que los simios no la matasen o no la tuviesen siempre en un cautiverio perpetuo y en un pecado de que le acusaba la conciencia, suplicó al Rey le hiciese merced de perdonarla, y así se salvó, con que todo el tiempo que viviese estuviese en un monasterio, sirviendo y haciendo penitencia de sus pecados.

ANTONIO
Ya yo había oído decir también este cuento, y hacíaseme de mal creerlo; y cierto, si es verdad, como ya lo voy creyendo, pues fue negocio tan público y con tantos testimonios, no deja de ser una cosa tan maravillosa como las que hemos dicho y como todas cuantas han acaecido.

BERNARDO
No es menor maravilla la que cuenta Juan de Barros, cronista del rey de Portugal, sino tan grande y mayor que todas las que se han contado, si de ella hubiese testimonios bastantes para tenerla por verdadera, y es que, escribiendo las cosas del reino de Pegu y de el de Sian, que están de la otra parte del río Ganges, dice que todos los de estos reinos tienen por cosa muy verdadera y en que ninguna duda ponen, que aquella tierra era deshabitada y tan montuosa, que no solamente no había persona ninguna que viviese en ella, pero que las fieras que allí había eran tantas, que un grande ejército de gentes no bastara a hacer vida con ellas; y que viniendo una nao del reino de la China con muy gran tormenta, diera al través en aquella costa, donde se perdieron todas las gentes que en ella venían, y que solamente se habían salvado una mujer y un perro muy grande y muy fiero con ella, el cual la había salvado de que las bestias fieras no la matasen; y que viniendo a tener ayuntamiento con la mujer, se había hecho preñada y parió un hijo; y como ella fuese muy moza, hubo lugar y tiempo de que el hijo creciese, el cual tuvo también acceso con la madre, y engendró otros hijos, de los cuales, multiplicando, vinieron a ser habitados aquellos dos reinos; y, así, en ellos tienen en muy gran veneración a los perros, por tener creído que traen su origen y principio de ellos.

LUIS
Si lo del hombre marino con la mujer, y lo del oso con la doncella y lo del simio, es verdad, también será posible lo que los de esos reinos dicen; pero esto dejémoslo, para que cada uno tenga la opinión que quisiere, sin que forcemos a nadie que crea ni deje de creer sino aquello que mejor le pareciere y más a su juicio cuadrare; y aunque nos hayamos divertido con tan grande digresión, no es justo que dejemos de dar fin en la materia que tratábamos de los hombres marinos, porque también he oído decir de unos pescados que se llaman sirenas que tienen el gesto de mujer muy hermosa, y deseo saber si es así como se dice.

ANTONIO
Verdad es que, comúnmente, se habla y trata de esto de las sirenas, diciendo que, del medio cuerpo arriba tienen forma de mujer, que de allí para abajo lo tienen de pescado; píntanlas con un peine en la mano y un espejo en la otra, y dicen que cantan con tan gran dulzura y suavidad, que adormecen a los navegantes, y así, entran en las naos y matan a todos los que en ellas están durmiendo; y para decir verdad, yo no he visto escrito en autor grave cosa ninguna de estas sirenas; sólo Pero Mejía dice que en... [en blanco] se vio una que salió en una red, entre otros pescados que se tomaron, y que mostraba tan gran tristeza en su rostro, que movía a compasión a los que la miraban, y que, meneándola, la trastornaron, de manera que se pudo volver al agua y que se sumió luego, de suerte que nunca más la vieron; y aunque sea así, que haya en la mar este género de pescado, yo tengo por fábula lo de la dulzura de su canto, con todo lo demás que se cuenta de ellas.

BERNARDO
Averiguado es que no hay menos diferencias en la mar de pescados que en la tierra hay de animales y de aves en el aire, y así, no nos habemos de maravillar de que haya algunos tan semejantes o parecidos a los hombres como los que habéis dicho.
Y aunque nos habemos detenido en la buena conversación, una sola duda me queda de lo que toca a los hombres, la cual quiero que me digáis antes que nos vamos, y ésta es que he oído decir que ha habido en los tiempos antiguos algunas mujeres que después se han convertido en hombres, y háceseme tan dificultoso de creer que la naturaleza haga una novedad como ésta, que pienso ser fábula, como la que cuentan de Tiresias, aquel adivino que hubo en Tebas.

 

[...]


 

Antonio de Torquemada
1575

 

 


Curioso giardino fiorito
in cui vengono trattate alcune questioni di umanità

 

PRIMO TRATTATO
Nel quale sono contenute molte cose degne di ammirazione che la natura ha fatto e fa negli uomini, al di fuori dell'ordine comune e naturale con cui opera abitualmente in loro, con altre curiosità piacevoli e gradevoli.
Interlocutori: ANTONIO, LUIS, BERNARDO

 

 

[...]
BERNARDO
Non mi sono confuso in questa faccenda dei Centauri, e sono stato molto contento di averla capita; ma voglio anche che il signor Antonio ci dica che cosa pensa degli uomini di mare, perché molti dicono che ce ne sono alcuni, e così a modo loro naturali, che non gli manca altro che la ragione per essere considerati uomini, come lo sono tutti gli altri.

ANTONIO
È vero che autori verissimi dicono e affermano che vi sono nel mare una certa specie di pesci che chiamano Tritoni, simili in tutto a un corpo umano, e le femmine che chiamano anch'esse con questo nome, Nereidi; e Pero Mejia ne fa nella sua Silva un capitolo particolare, adducendo Plinio che dice che dalla città di Lisbona fecero conoscere a Tiberio Cesare come avevano visto un uomo di questi messo in una grotta, che giocava con una conchiglia, e si dimenticò di dire un'altra cosa meravigliosa, che Plinio stesso racconta con queste parole:
"Ho autori e testimoni, che brillano nell'Ordine cavalleresco, che nel Mare Oceano, presso Cadice, camminando la nave in cui stava andando una notte molto buia, vi entrò un uomo di mare, che in tutto aveva le sembianze di un uomo umano: era così grande e così pesante, che sconvolgeva la nave verso la parte in cui si trovava, e se molto si fermava, la sconvolgeva e la portava a fondo".
Anche Teodoro Gaza, citato da Alessandro di Alessandro, racconta di un mostro marino che, poiché è così notevole, sebbene anche Pero Mejia ne parli allo stesso modo, non mancherò di raccontare, e cioè:
In Epiro c'era una fontana in un luogo alto vicino al mare, e che sotto di essa c'era una grotta, nella quale un uomo di mare si recava e, nascosto, aspettava le donne che andavano a prendere l'acqua, e quando ne vedeva una che andava da sola, usciva molto vicino e nascosto, e da dietro l'abbracciava e, prendendola con la forza, la metteva in mare per possederle, e in questo modo ne prendeva alcune; Finché quelli del paese, quando capirono la beffa, lo misero in certe trappole in cui cadde, e lo tennero prigioniero per alcuni giorni, senza volere nulla, e così, per questo e perché era fuori dal suo habitat naturale, che era l'acqua, morì.
E senza questo, lo stesso Alessandro dice di un altro mostro marino, che un diacono Bonifacio Napolitano, uomo di grandissima autorità, gli attestò di aver visto in Spagna, che gli portarono dalla provincia della Mauritania, che aveva l'aspetto di un uomo un po' vecchio, la barba e i capelli ricci e arricciati, il colore quasi azzurro, tutte le membra erano quelle di un uomo, anche se era di statura molto maggiore; si differenziava solo per avere delle piccole ali, con le quali sembrava che tagliasse l'acqua quando nuotava.

LUIS
Avete detto cose su questi mostri che sembrano suggerire che abbiano una sorta di istinto, come la ragione, dato che l'uno entrava di notte nella nave per fare del male, e l'altro, con tanta cautela, rubava donne incaute.

ANTONIO
Queste sono apparenze, anche se non sono conclusive; infatti, come vediamo che qui ci sono alcuni animali di maggiore istinto naturale e che sono più inclini a ragionare e a contrastare gli uomini, come le scimmie, così anche nel mare ci saranno pesci che in questo si differenzieranno dagli altri: Infatti nei delfini abbiamo esperienza, per le molte cose che si raccontano di loro; così che questi non sono senza essere propriamente pesci, ma con più avvertimento e cautela degli altri per fare il male che possono, e per evitare e fuggire i loro pericoli, perché la natura dà a tutti loro un'inclinazione naturale e generale, di cui comunemente approfittano.
La questione di questi tritoni o uomini marini è trattata in modo molto esauriente da Olaus Magnus, che dice che ce n'è una grande abbondanza nel mare del nord, e che è vero che spesso salgono su piccole navi, di cui sconvolgono alcune con il loro grande peso. E che, allo stesso modo, entrano nelle grandi navi, e, a quanto pare, non per fare del male, ma per osservare ciò che c'è dentro; e che, di solito, vanno in branco o in gruppi molto numerosi, come un esercito, e che è capitato che alcuni di loro siano entrati nelle navi e siano stati così estasiati e incuranti di osservare che, a volte, sono stati catturati; e quando si vedono prigionieri, emettono grandi e dolorosi gemiti e voci malformate e, allo stesso tempo, si sentono un'infinità di altre grida e voci dello stesso tipo, che assordano e stordiscono le orecchie che le ascoltano, come se fossero altrettante teste di Tritoni sopra l'acqua, come se fossero un grande esercito di molte persone, e così, con questo, come con il grande rumore che fanno, le onde cominciano ad alzarsi, come se stesse arrivando una tempesta molto grande, il che è un segno che questi tritoni o uomini di mare sono sempre insieme, ma è quando alcuni di loro si scatenano e  sentono che uno della loro compagnia è stato preso o fatto prigioniero, fanno questo spettacolo, in modo da mettere in paura i marinai, che oserebbero salire e entrare nella nave in gran numero e mettere tutti in qualche grande pericolo, e, per questo motivo, li lasciano di nuovo liberi, e con questo la paura cessa, perché cessano anche le voci e il rumore, e tutti tornano a nascondersi sotto l'acqua.
E il signor Luis non ha tutti i torti in quello che ha detto, perché certamente destano sospetti, non che siano animali razionali, ma che abbiano un certo uso della ragione più degli altri pesci, perché, da quello che si è capito di loro, si deve giudicare che osino entrare nelle navi per vedere cosa c'è dentro e per guardare gli uomini che ne fanno parte, piuttosto che con l'intenzione di fare del male, visto che questo non si è mai visto; E se sconvolgono qualche piccola imbarcazione, come barche o chiatte, è perché i tritoni sono così grandi e pesanti che, posti sui bordi, non possono sostenerli; ma lasciamo questi segreti a Dio, che conosce la verità, mentre noi giudichiamo per congetture.

BERNARDO
Non voglio che passiamo oltre senza che tu conosca un'opinione comune che si ha nel regno di Galizia, e cioè che lì c'è una stirpe di uomini chiamati Marini, di cui si dice e si afferma come cosa certissima, e non lo negano, che discendono da uno di questi tritoni o pesci che dir si voglia, ma se ne vantano, e sebbene sia raccontata in modi diversi come cosa antichissima, tutti giungono alla conclusione che, mentre una donna camminava lungo la riva del mare, tra un boschetto di alberi, un uomo marino uscì sulla terraferma e, prendendola con la forza, ebbe con lei rapporti libidinosi, dai quali la donna rimase incinta; quest'uomo o pesce tornò in mare e tornò molte volte nello stesso luogo per cercare la donna; ma sentendo che erano in agguato per catturarlo, scomparve. Quando la donna venne a partorire, sebbene la creatura fosse razionale, non mancò di portare con sé dei segni con i quali si capiva che era vero ciò che diceva le fosse accaduto con il Tritone.
Questa storia è così antica che non mi meraviglio che ci siano opinioni diverse nel modo in cui viene raccontata, dal momento che nessun autore la dice, né ci sono altre testimonianze da credere, se non la fama pubblica e comune che l'ha detta e pubblicata.

LUIGI
Mi sembra che ci sia una cosa da considerare una favola piuttosto che da credere, e cioè che se la natura dovesse far nascere qualcosa da un rapporto come quello, dovrebbe essere un mostro, e non un uomo razionale, come dite voi, e che tutti quelli della sua stirpe siano venuti da lui, perché da ciò deriverebbero due inconvenienti di non poco conto.
Il primo è che ci sarebbero uomini al mondo che non discenderebbero dai nostri primi genitori Adamo ed Eva, perché questo Tritone non è, né può essere ritenuto, un uomo razionale, né un discendente di Adamo, e quindi nemmeno suo figlio e i suoi discendenti possono essere ritenuti tali; E l'altro inconveniente sarebbe quello di contraddire la regola generale dei filosofi e dei dottori, che senza dubbio affermano che è impossibile che dal seme di un maschio e di un animale irrazionale che è femmina, si possa generare un altro animale che sia della specie di uno di essi, o anche di una specie diversa, nel caso in cui avvenga il contrario in una giumenta con un asino, e in un cavallo con una bestia, e in un cane con una lupa, e in una cagna con una volpe. Poiché questi animali sono così poco diversi l'uno dall'altro, la contraddizione non è così grande come quando differiscono in tante cose, come l'uomo differisce dagli altri animali.
E se per somiglianza e caratteristiche l'uomo marino e l'uomo razionale hanno lo stesso aspetto, è sufficiente che differiscano nella sola ragione, che è ciò che più li distingue; e così Galeno, nel terzo libro De Usu pantium, deride un poeta chiamato Pindaro, perché racconta come vera la favola dei Centauri.

BERNARDO
Tutto quello che hai detto mi sembra fondato, ma ho sempre sentito dire che solo il seme del maschio è sufficiente a generare, e che non è necessario che sia presente anche il seme della donna, e Aristotele la pensa così.

LUIS
In questo modo la contraddizione sarebbe maggiore, perché se il seme della donna non fosse presente nella generazione, ne conseguirebbe che ciò che è generato nascerebbe sempre secondo il padre e non secondo la madre; Ma è già stabilito il contrario, che il seme del maschio e della femmina concorrono insieme, e che se così non fosse, la generazione non avrebbe luogo, e questo è ciò che Ippocrate ha nel libro De Genitura, e nel De Sterilibus, e Galeno nel quattordicesimo libro De usu partium.

ANTONIO
Mi sembra che ci sia stato un alterco in questa materia; ma voglio rispondere anche alle obiezioni che il signor Luis ha sollevato: e per quanto riguarda la prima, non ne consegue che, poiché una donna concepisce da un animale irrazionale e partorisce un figlio che è un uomo, il figlio non sia un discendente di Adamo, perché è sufficiente che lo sia da parte della madre, senza che lo sia necessariamente anche da parte del padre. E per quanto riguarda la seconda obiezione, confesso che se dobbiamo farci guidare dall'ordine comune della natura, i filosofi e i medici che sostengono che è impossibile che la generazione non possa avvenire da due animali di specie diverse, hanno perfettamente ragione, tranne in quelli che, come è già stato detto, per la loro somiglianza sembrano essere quasi di una sola specie; ma non dobbiamo prendere o limitare la natura, come fanno loro, senza rispettare la causa superiore, che è Dio, da cui è guidata e obbedita, e dalla cui volontà è governata; E poiché è un miracolo più grande che il nulla si riproduca e faccia molte cose, come lo vediamo fare ogni giorno, non dobbiamo meravigliarci più di tanto, almeno non è giusto che riteniamo impossibile come i filosofi, che da un uomo di mare e da una donna razionale venga concepito un figlio che nella ragione segua la parte della madre, il cui seme concorre a generarlo come quello del padre, e così molte cose notevoli sono accadute e accadono molte volte nel mondo.
Tra queste ce n'è una che ora voglio raccontarvi e che non oserei certo raccontare, perché è di così grande ammirazione, se non avesse tanti autori e di così grande autorità che la scrivono e la testimoniano. Il primo è Giovanni Saxo, nella sua Storia; il secondo, Giovanni il Grande, arcivescovo di Upsali nel regno di Svezia; e ultimamente è scritto e affermato dall'arcivescovo Olaus Magnus, suo successore.
E si narra che in un villaggio del regno di Svezia, costruito vicino a una montagna, viveva un uomo ricco e importante che aveva una bella figlia, la quale una sera uscì con altre fanciulle per passeggiare in campagna; E mentre passeggiavano tutte insieme, banchettando e facendo baldoria, uscì da un grande boschetto di quella montagna un orso di dimensioni eccessive, molto feroce e pauroso, che, avvicinandosi proprio a dove si trovavano quelle fanciulle, tutte per paura cominciarono a fuggire, ognuna di loro a sua volta.  L'orso riuscì ad afferrare la fanciulla più importante e, portandola in braccio, se ne tornò nel folto della montagna, senza incontrare alcuna resistenza, perché erano soli e non c'erano uomini a seguirlo; E sebbene il suo scopo principale, per quanto si possa credere, fosse quello di soddisfare la fame impetuosa che aveva, Dio fu abbastanza buono da non permettere che questa fanciulla morisse, e così l'orso, mosso da un istinto di natura del tutto diverso da quello che si trova in altri animali della sua specie, non solo non la uccise, ma la portò in una grotta che aveva in una valle molto profonda, in mezzo a una boscaglia molto grande, La sua crudeltà si trasformò in tenero amore e cominciò ad adularla, abbracciandola docilmente e trattandola in modo tale che la fanciulla capì le loro intenzioni, perse un po' di paura e, non osando resistere alla ferocia dell'orso per paura di perdere la vita, acconsentì, anche se non di sua spontanea volontà, che egli avesse con lei i suoi rapporti libidinosi.
L'orso uscì dalla caverna e cacciò cervi e altri animali, che portò alla fanciulla, la quale, affamata, ne mangiò e bevve l'acqua di un ruscello che passava davanti alla caverna, attraverso il boschetto di alberi, sostenendo la vita e sperando che Dio avesse pietà di lei e la liberasse dalla fatica in cui si trovava; E sebbene a volte decidesse di fuggire finché l'orso fosse uscito dalla grotta, non osava mai farlo per paura di non potersi nascondere senza essere trovata da lui e uccisa, e temeva anche gli altri animali selvatici, che erano numerosi su quella montagna; E poiché la fanciulla sentiva le voci di coloro che l'avevano fatto e che erano così vicini alla grotta, andò da loro, che si spaventarono molto nel vederla e seppero chi era e tutto quello che era successo, e portandola con sé la consegnarono ai suoi genitori, che a malapena la riconoscevano, visto quanto era sfigurata; E la natura, che spesso opera cose molto meravigliose e fuori dall'ordine e dal concerto naturale, raccolse così il seme di questa bestia e con tali legature nel corpo di questa fanciulla, che sentendosi incinta e aspettandosi che avrebbe partorito qualche mostro notevole, partorì un figlio, che non portò nulla di più da suo padre se non essere un po' più peloso su tutto il corpo di qualsiasi altro uomo; Ed essendo cresciuto con diligenza e cura, lo chiamarono con il proprio nome, o forse il popolo, conoscendo questo prodigio, lo avrebbe chiamato con il proprio nome; e dopo che fu un uomo, uscì così valoroso e prode nella sua persona, che fu temuto da tutti, e avendo sentito parlare dei cacciatori che avevano ucciso colui che l'aveva generato, prese le loro vite, dicendo che, sebbene avesse ricevuto una buona azione, non sarebbe venuto meno all'obbligo di vendicare la morte di suo padre.
Generò Trujillo Spráchaleg, che fu un valoroso capitano, ed ebbe come figlio Ulson, un personaggio molto distinto, di cui le cronache di quelle province fanno grande menzione, perché fu il padre di Sueno, che divenne re di Dacia, e così si dice che tutti i re di Dacia e di Svezia provengano da questa stirpe.


LUIS
Certo, la storia sembra troppo favolosa perché autori così seri possano affermarla come vera; ma possiamo ben crederci, perché ai nostri tempi abbiamo notizia che è accaduto un altro fatto non meno mostruoso e degno della nostra ammirazione di quello che ci avete raccontato, che è accaduto nel regno del Portogallo, e anche ora ci sono molti che sarebbero presenti e ne avrebbero memoria, e avvenne in questo modo, come ho sentito dire da molte persone degne di fede da un racconto molto veritiero.
Una donna commise un crimine molto grave, per il quale fu condannata al bando in un'isola disabitata di quelle che vengono comunemente chiamate Isole Lizard; la portarono su una di quelle navi che partono per l'India e, durante il viaggio, la lasciarono lì, vicino alla riva, e nei pressi di un luogo in cui sembrava esserci una grande e fitta montagna, che occupava una grande quantità di terreno.
La povera donna, vedendosi sola e indifesa e senza speranza di potersi mantenere in vita, cominciò a gridare molto forte, pregando Dio e la Madonna di aiutarla nella sua solitudine e nel suo bisogno, e mentre si lamentava, un gran numero di scimmie uscì dalla boscaglia di quella montagna e la circondò, non senza provocarle un po' di paura e di spavento. Tra queste scimmie ne arrivò una più grande di tutte, tanto che, stando in piedi e raddrizzando il corpo, era grande come un uomo; Quando vide che la donna piangeva e che era molto spaventata e aspettava la morte, che riteneva molto certa, si avvicinò a lei e cominciò ad accarezzarla e ad adularla e a darle frutti e radici selvatiche, in modo che sperasse che le scimmie non le avrebbero fatto del male. Così andò con loro fino alla montagna, dove la scimmia più anziana la mise in una caverna, e lì vennero tutte le altre e le fornirono il cibo che usavano e avevano, in modo che potesse riprendersi  bene con loro e con l'acqua di una sorgente che era vicina.
E così passò un po' di tempo, durante il quale la scimmia venne ad approfittare di lei, facendo i suoi affari senza che lei potesse impedirglielo, perché temeva che presto sarebbe stata uccisa, e in questo modo rimase incinta e partorì due volte due figli, che, come disse e affermò, e anche secondo quanto fu capito in seguito da coloro che li videro, parlavano e avevano l'uso della ragione.
Quando questi ragazzi avevano due anni e l'altro tre, passò un'altra nave di ritorno dall'India e i marinai, che erano a corto d'acqua e avevano sentito parlare della sorgente che si trovava sull'isola, decisero di scendere a terra per procurarsela e così, gettando in acqua una barca, si avviarono verso l'isola.
Le scimmie, quando le videro, si nascosero, ma la donna, sforzandosi e decisa a lasciare la vita che aveva vissuto così a lungo contro la sua volontà, andò a chiamare i marinai, i quali, riconoscendo che era una donna, la attesero, la presero con sé e la misero nella barca.
Le scimmie andarono tutte verso la riva, e la loro moltitudine era grande come un esercito, e la più grande, con l'amore e l'affetto bestiale che aveva per la donna, le andò dietro attraverso l'acqua, tanto da rischiare di annegare, e le voci e gli ululati che emetteva e gli strilli che faceva davano l'impressione che fosse dispiaciuta per la beffa che gli era stata fatta; E quando vide che non serviva a nulla e che quelli della nave stavano issando le vele e volevano andarsene, prese in braccio il più giovane dei suoi figli e, entrando in acqua il più possibile, lo tenne a lungo in alto e poi lo gettò in mare, dove fu annegato nel giro di un'ora; e tornando a prendere l'altro, tornò nello stesso posto e rimase con lui, tenendolo in alto e come se minacciasse di annegare anche lui.
I marinai, commossi dal grande sentimento di pietà e commiserazione della madre nel sentire piangere il ragazzo, che con voce chiara la chiamava, volevano riprenderlo; ma la scimmia, avendo paura di loro, non osava aspettarli; e invece, liberando il ragazzo in mezzo alle onde, fuggì con tutte le altre scimmie, e per quanta diligenza i marinai mettessero nel salvarlo, fu annegato prima che arrivassero; e quando tornarono alla nave, sentirono dalla donna tutto quello che era successo, e rimasero non poco stupiti; quindi salparono, e quando arrivarono in Portogallo, riferirono quello che avevano visto e capito di questo caso.
La donna fu quindi fatta prigioniera e, dopo aver raccolto la sua confessione, la condannarono al rogo con la motivazione che aveva infranto il suo bando e che aveva commesso un crimine enorme come quello della scimmia.
Ma Hieronymus Capo de Ferro, che a quel tempo era Nunzio Apostolico in quel regno e poi Cardinale, vedendo che ciò che aveva fatto era per preservare la sua vita, e che le scimmie non l'avrebbero uccisa o tenuta per sempre in una prigionia perpetua e in un peccato di cui la sua coscienza l'accusava, pregò il Re di perdonarla, e così fu salvata, a condizione che finché fosse vissuta sarebbe stata in un monastero, servendo e facendo penitenza per i suoi peccati.


ANTONIO
Anch'io avevo già sentito raccontare questa storia e mi metteva a disagio crederci; E vero, se è vero, come comincio a credere, trattandosi di una faccenda così pubblica e con tante testimonianze, è pur sempre una cosa meravigliosa come quelle che abbiamo detto e come tutte quelle che sono accadute.

BERNARDO
Quella raccontata da Juan de Barros, cronista del re del Portogallo, non è meno meravigliosa, ma altrettanto grande e più grande di tutte quelle che sono state raccontate, se ce ne fossero abbastanza testimonianze per considerarla vera.
Scrivendo le cose del regno di Pegu e di quello di Sian, che sono dall'altra parte del fiume Gange,si  dice che tutti quelli di questi regni la ritengono una cosa verissima e nella quale non pongono alcun dubbio, che quella terra era disabitata e così montuosa, che non solo non vi era persona che vi abitasse, ma erano tante le bestie che vi si trovavano, che non basterebbe un grande esercito di persone per far vita con esse.
E quando una nave venne dal regno della Cina in una grandissima tempesta, si schiantò su quella costa, dove tutte le persone che erano su di essa erano perdute, e solo una donna e un cane molto grande e molto feroce si erano salvati, che l'aveva salvata dall'uccisione delle bestie feroci; e che quando venne ad avere un rapporto con la donna, ella era rimasta incinta e aveva dato alla luce un figlio; e siccome ella era molto giovane, ci fu tempo e luogo perché crescesse il figlio, il quale ebbe rapporti anche con la madre, e generò altri figli, dei quali, moltiplicandosi, quei due regni vennero ad essere abitati; e così tengono i cani in grandissima venerazione, credendo che da essi traggano la loro origine e principio.


LUIS
Se quello che dicono del marino con la donna, dell'orso con la fanciulla e della scimmia è vero, sarà possibile anche ciò che dicono quelli di quei regni.
Ma lasciamo questo, affinché ciascuno possa avere l'opinione che vuole, senza obbligare nessuno a credere o a smettere di credere se non ciò che gli sembra migliore e più confacente alla sua opinione; e sebbene ci siamo divertiti con una così grande digressione, non è giusto che non concludiamo la questione che stavamo trattando sui marini, perché ho sentito parlare anche di alcuni pesci chiamati sirene che hanno l’aspetto di una donna molto bella, e voglio sapere se si dice così.

ANTONIO
È vero che comunemente si parla e si discute di questo delle sirene, dicendo che dalla metà superiore del loro corpo hanno forma di donna, che da lì in giù hanno forma di pesce. Le dipingono con un pettine in una mano e uno specchio nell'altra, e dicono che cantano con tanta dolcezza e soavità, che addormentano i marinai, e così entrano nelle navi e uccidono tutti quelli che dormono in loro; e a dire il vero non ho visto scritto nulla di grave da nessuna di queste sirene. Solo Pero Mejía dice che in... [in bianco] si vide uno che usciva da una rete, tra altri pesci che furono presi, e che mostrava sul suo volto una tristezza così grande, che commuoveva coloro che lo guardavano con compassione , e che, scuotendolo, lo sconvolsero, tanto che poté ritornare nell'acqua e che poi si sommerse, tanto che non lo videro mai più.
E anche se è così che nel mare ci sono pesci di questo genere, considero la dolcezza del loro canto come una favola, con tutto quello che si racconta di loro.

BERNARDO
È stato stabilito che nel mare dei pesci non ci sono meno differenze che nel mare degli animali e degli uccelli nell'aria, e quindi non c'è da stupirsi che ce ne siano alcuni così simili o simili a uomini come quelli che hai citato...
E sebbene ci siamo fermati nella buona conversazione, ho un solo dubbio per quanto riguarda gli uomini, che voglio che tu mi dica prima di partire, ed è che ho sentito dire che nell'antichità c'erano alcune donne che poi divennero uomini, e mi è così difficile credere che la natura faccia una novità come questa, che penso che sia una favola, come quella che raccontano di Tiresia, quell'indovino che era a Tebe.

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