El hombre pez es un ser extraño.
No suele dejarse ver demasiado, ya
que ni es pez ni es humano, así que obviamente, se siente alienado.
El
hombre pez empieza el día como todo hombre y todo pez: se despierta.
Un hombre pez no puede permitirse pasar
demasiado tiempo holgazaneando, la vida es corta y los días lo son aún
más, por ello salta de la cama sin legañas ni nada y se dispone para enfrentarse
a un nuevo día, pero, ¿que hace exactamente un hombre pez en un nuevo
día?
Para empezar, hay que resaltar que los
hombres pez suelen dormir de 10-14 horas, ergo, no existe la mañana para ellos.
Los hombres pez solo viven mediodía, y ese mediodía empieza cuando el sol está
en lo más alto del cielo y acaba cuando se cuela por la tronera del horizonte
cual bola blanca en partida de billar. Así pues, cuando un hombre pez se
despierta come, no desayuna.
La dieta básica y principal de cualquier
hombre pez se compone principalmente de hidratos de carbono y carne salteada, es
decir, comida china.
No hay día que un hombre pez no coma comida
china, ya sean rollitos, fideos o sopas de cualquier tipo, siempre
que sean orientales claro. Si un hombre pez no come comida china ese día se pone
de muy mal humor. Agitará los palillos chinos en el aire como si buscara
arrancar un pedacito
de nube y perseguirá a todo aquel que le parezca oriental o en su defecto, tenga
aspecto de cerdo agridulce. Debe ser agridulce, los cerdos normales no gustan a
nuestro entrañable amigo.
Una vez saciada su sed alimenticia, el
hombre pez debe saciar su sed sentimental y es que, un hombre pez siempre está
triste, ya que echa de menos el mar salado, pero no puede vivir en el ya que no
está predispuesto para ello. El hombre pez lo entiende, lo asume e incluso
decide no torturarse
por ello, pero a veces la melancolía le inunda, se le cuela por las
branquias y le
incapacita para cualquier tipo de actividad, y esto un hombre pez no lo puede
tolerar, porque sabe que la vida es corta y los días lo son aún más.
Por
ello nuestro azul compañero calma sus sentimientos con una buena cerveza. La
cerveza no es salada, ni siquiera posee ese azul verdoso del mar, y el hombre
pez lo sabe, pese a eso la sorbe y la disfruta como si
estuviera degustando
cada centímetro cúbico del atlántico, pacífico o antártico.
El hombre pez es
melancólico pero también realista, por eso disfruta de lo que tiene.
Después de tantas emociones desbordadas, el
hombre pez baja la marea de sentimientos de su corazón creando un poco de niebla
artificial. Fuma poco, pero fuma, y lo reconoce. Un hombre pez fumará solo por
ver el humo salir, flotar y revolotear, así que nunca se lo tragará.
No sabe cuando adquirió ese vicio, ni siquiera
es capaz de darse cuenta de que no le aporta nada, pero se siente relajado y
tranquilo observando toda aquella humareda y, cuando esta cesa de alborotar a su
alrededor, siente la implacable necesidad de hacerla revivir, por ello da
otra calada y crea un nuevo panorama monocromo a su alrededor. Así hasta que
termina el cigarrillo.
Siempre es uno, nunca más.
Cuando el hombre pez ha saciado sus
necesidades personales, entonces se preocupa por su entorno y ambiente. Decide
saludar a su perro pez, el cual ha pasado todo el mediodía intentando hacerse
notar pero, como buen perro pez, no sabe ladrar.
Es entonces cuando el hombre pez se da cuenta
de que su fiel compañero no ha tocado el plato de comida que le correspondía ese
mediodía. El hombre pez se preocupa "¿echará de menos la mar salada?", así que
se pone a cuatro aletas y le indica a su amigo lo que le conviene hacer "Aliméntate perro pez,
¡aliméntate!". Pero
perro pez no parece estar interesado en seguirle el juego.
"Quizás deba cambiar de marca" Masculla el
hombre pez mientras se incorpora y se dirije al salón.
Ya en su
salita de estar,
coge su portátil
y se da un garbeo por Internet en busca de información jugosa o simple
entretenimiento. Una vez re-revisadas las páginas usuales, el hombre pez
decide relajarse y darse un gusto a la vista y a los sentidos.
Se acerca peligrosamente la noche así que el hombre pez
se dispone a prepararse una cena bien
cargadita de
proteínas para cuidar su
milimetrada dieta. Al
igual que uno sabe a pies juntillas que un hombre pez siempre come comida
china, un buen candidato a hombre pez tiene que tener claro que estos siempre
cenan carne, de cualquier tipo y, ante todo, bien cruda. Hay quienes la
prefieren a taquitos, otros a lonchas, eso ya depende del hombre
pez.
Una vez bien cenado, el hombre pez sube a sus
aposentos y se estira en la cama. Repasa con calma todo lo que ha echo durante
el día, la gente con la que habló, con la que no habló, con la que podría haber
quedado, la gente a la que enfadó o a la que agradó, las conversaciones
mantenidas, todas aquellas palabras que se le quedaron en el tintero, los trenes
que perdió, las oportunidades que si
aprovechó... hasta que finalmente entra en un sueño
profundo, pero siempre con los ojos abiertos.
Quizás pueda parecer que un hombre pez no
aprovecha sus
días, aunque cabe resaltar que este en especial era domingo, y todo el mundo
sabe que los domingos son como son, caprichosos. Pese a todo esto el hombre pez
sigue durmiendo lo que duerme y comiendo lo que come, no se preocupa por el que
dirán...
Por que un hombre pez sabe que la vida es corta, y los días lo
son aún más.
PD: Vale vale, imagino la cara que se os debe de
haber quedado al leer todo esto, pero no
desespereis, no nos hemos vuelto
Emos ni nada por el estilo.
PD2: Prometo próximamente
más de
LOST, ¡de verdad!